La mayor parte de los plásticos que usamos en la actualidad proceden de fuentes fósiles. Es decir, el carbono que los forma procede de productos de transformación del petróleo. Por tanto su degradación reinyecta en el medio ambiente el carbono anteriormente retenido en el subsuelo. El incremento constante de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera desde la Revolución Industrial es un hecho innegable. Sus efectos potencialmente graves sobre el clima han estimulado la búsqueda de formas de reducir la huella de carbono de nuestras actividades industriales y una de ellas es la sustitución de los plásticos convencionales por alternativas renovables.
La industria ha desarrollado para ello una amplia gama de materiales conocidos en conjunto como bioplásticos. La idea es que si se utiliza una materia prima procedente de fuentes vegetales, el balance sería neutro, ya que el carbono emitido habría sido fijado previamente (y recientemente, no en tiempos geológicos) por las plantas. Es importante resaltar que la huella de carbono de un producto no es únicamente el de su materia prima, sino que incluye fases de procesado, almacenamiento y transporte que no tienen por qué estar descarbonizadas: la forma de cálculo la establece la norma EN-ISO 14067 (Huella de carbono de productos – Requisitos y directrices para la cuantificación).
Sin embargo, cuando buscamos una definición concreta de bioplásticos las cosas se complican. Según European Bioplastics , una asociación europea de fabricantes de bioplásticos que agrupa a unas setenta empresas del sector, los bioplásticos son una familia de materiales que incluye productos biobasados, biodegradables o con ambas características. El Instituto Tecnológico del Plástico AIMPLAS detalla un poco más y nos dice que los bioplásticos pueden proceder de fuentes renovables como la celulosa, pueden ser sintetizados a partir de monómeros producidos mediante procesos biológicos, o pueden ser plásticos biodegradables procedentes de fuentes fósiles. Es decir, los bioplásticos son materiales mal definidos y bajo ese epígrafe se pueden encontrar tipologías muy variadas. Veamos las variables que los definen.
Por un lado, un material se considera biobasado cuando se produce a partir de biomasa, es decir, se obtiene a partir de plantas, algas, microorganismos o cualquier otra fuente biológica. El criterio es razonablemente claro, si bien la mayoría de las definiciones como la de la Comisión Europea citada o la de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos incluyen en la categoría de biobasados materiales parcialmente biobasados.
En cuanto a la biodegradabilidad, existen normas estandarizadas para cuantificarla en distintos ambientes como la EN ISO 19679 referida a la interfase entre agua marina y sedimentos o la EN ISO 14851 que determina la biodegradabilidad aerobia de materiales plásticos en medio acuoso. Sin embargo, la biodegradabilidad es un asunto espinoso. Todos los materiales orgánicos son potencialmente biodegradables, aunque en algunos casos el proceso pueda llevar mucho tiempo. Una cuestión clave es que un producto biodegradable no está diseñado para que se pueda abandonar en el medio ambiente como se puso de manifiesto unos años en un célebre artículo de Richard Thompson (el mismo que acuño el término microplástico) en el que demostraba cómo una bolsa biodegradable era capaz de sobrevivir en el mar durante años.
Por eso en lugar de biodegradabilidad es preferible utilizar el término compostabilidad, que es la biodegradabilidad en condiciones de compostaje industrial y que se cuantifica como se indica en la norma EN ISO 14855-1 (determinación de la biodegradabilidad aeróbica final de materiales plásticos en condiciones de compostaje controladas). Realizar un buen compostaje no es tarea sencilla y degradar bioplásticos puede requerir bastante tiempo incluso en plantas de compostaje bien diseñadas.
Todos los plásticos, no solamente los bioplásticos, pueden clasificarse en función de su compostabilidad (compostable-no compostable) o de la huella material de carbono (fósil-biobasado), tal como se indica en la Figura. Es importante resaltar que la clasificación se refiere al polímero que forma el plástico, no a los aditivos que lo acompañan (a veces en proporciones tan elevadas como un 40% en peso). Los materiales que son a la vez compostables y biobasados se denominan BioCom , que para algunos autores son los auténticos bioplásticos.
En la figura se indican algunos plásticos compostables (biodegradables) de origen fósil ya que a partir del petróleo es posible sintetizar materiales compostables. Es el caso del poli(butilén adipato-co-tereftalato) (PBAT) o de la policaprolactona (PCL). A partir de fuentes renovables también es posible sintetizar polímeros no biodegradables o tradicionales como el polietileno (PE) utilizando las vías tradicionales de síntesis petroquímica.
Es importante no confundir los plásticos biodegradables con los oxo-degradables u oxo-plásticos, que son plásticos convencionales que incluían aditivos para acelerar su fragmentación por calor o exposición a la radiación solar. Se trataba de auténticas bombas de microplásticos prohibidos en Europa por la Directiva (UE) 2019/904 sobre la reducción del impacto de determinados productos plásticos en el medio ambiente (transpuesta por la Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados para una economía circular).
En definitiva, los bioplásticos compostables (BioCom) contribuyen a descarbonizar el ciclo de vida del plástico ya que independientemente del destino que tengan al final de su vida útil, la materia utilizada en su fabricación no procede de fuentes fósiles. Si se procesan adecuadamente al final de su vida útil no generan los microplásticos secundarios que ahora contaminan nuestro compost. Sin embargo, es necesario tener que cuenta que:
— El plástico no solo consiste en el polímero y la huella de carbono que genera puede proceder de sus aditivos y de los procesos de fabricación y distribución.
— La gestión del bioplástico al final de su vida útil no siempre está clara ya que pueden ser reciclables (cubo amarillo si son envases), compostables (cubo marrón) o ambas cosas. (Además, no siempre es fácil distinguir un bioplástico de un plástico convencional.)
— La producción de plástico a partir de fuentes vegetales puede sustraer tierra cultivable a la producción de alimentos.
— Los plásticos biodegradables también son menos estables que los convencionales por lo que pueden producir toxicidad debido a una liberación de aditivos más rápida o a la emisión de nanoplásticos.
Despacho 2D25, Edificio Polivalente, Facultad de Biología, Química y Ciencias Ambientales, Universidad de Alcalá
roberto.rosal[at]uah.es
Roberto Rosal | Catedrático de Ingeniería Química | Copyright © 2025